31 de des. 2012

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"Todo resuena, apenas se rompe el equilibrio de las cosas. Los árboles y la yerbas son silenciosas, el viento las agita y resuenan. El agua está callada: el aire la mueve, y resuena; las olas mugen: algo las oprime; la cascada se precipita: la falta suelo; el lago hierve: algo lo calienta. Son mudos los metales y las piedras, pero si algo los golpea, resuenan. Así el hombre. Si habla, es que no puede contenerse; si se emociona, canta; si sufre, se lamenta. Todo lo que sale de su boca en forma de sonido se debe a una ruptura de su equilibrio.

La música nos sirve para desplegar los sentimientos comprimidos en nuestro fuero interno. Escogemos los materiales que más fácilmente resuenan y con ellos fabricamos instrumentos sonoros: metal y piedra, bambú y seda, calabazas y arcilla, piel y madera. El cielo no procede de otro modo. También él escoge aquello que más fácilmente resuena: los pájaros en la primavera; el trueno en verano; los insectos en otoño; el viento en invierno. Una tras otra, las cuatro estaciones se persiguen en una cacería que no tiene fin. Y su continuo transcurrir, ¿no es también una prueba de que el equilibrio cósmico se ha roto?

Lo mismo sucede entre los hombres; el más perfecto de los sonidos es la palabra; la literatura, a su vez es la forma más perfecta de la palabra. Y así, cuando el equilibrio se rompe, el cielo escoge entre los hombres aquellos que son más sensibles, y los hace resonar."


(HANY-YU)