7 d’abr. 2013

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Puesto que al final uno sería absuelto de todos los pecados que hubiera cometido, algunos cátaros creían lo mismo que la hermandad del Espíritu Libre, los lollardos, los anabaptistas y los Vociferantes predicarían en los siglos venideros: que los hombres y las mujeres podían entregarse al pecado, y "hacer todo lo que les viniera en gana en este mundo". El mundo era vil materia, los seres humanos eran materia y eran viles, pero con el consolamentum y el retorno al mundo del espíritu, la materia no era nada. Sólo la liberación era cierta, y "hasta ese momento -que el consolado credente podía acelerar con el endura, un ritual suicida consistente en ayunar hasta la muerte- todo estaba permitido". Y todo era por el mayor bien posible: cada muerte pía, sin importar la inmundicia que dejase tras de sí, era una promesa del día en que se cerrase la escisión que desgarraba el cosmos. Una vez que hubieren vuelto a casa todas las almas caídas del cielo, no quedarían sobre la tierra más que cuerpos sin alma, los cuales se pudrirían hasta quedar convertidos en nada, y ése seria el fin del mundo. 
     De manera que éste era el significado original del elemento más remoto del détournement que la IL llevaba a cabo de las noticias de la semana: tal como creían los cátaros y habían provado finalmente los científicos, existía una absoluta dualidad, un mundo de materia y un mundo de antimateria. Pero la yuxtaposición del antiprotón y del golpe de Estado de Guatemala produjo nuevos significados. Uno podía ver que los propios cátaros eran antimateria; metafísicamente porque, en tanto que espíritus encarcelados en un mundo de materia, podían destruir el mundo; e históricamente porque en definitiva fueron los cátaros y no el mundo quienes acabaron destruidos. Del mismo modo que las reformas de Arbenz amenazaban al capitalismo, y Guatemala independiente amenazaba el imperio de los Estados Unidos, las creencias de los cátaros se constituían en una amenaza para Roma, y Languedoc era una provincia independiente, fuera del reino de Francia, de modo que, contando con la bendición del Papa, los barones del norte se embarcaron en la Cruzada Albigense, barrieron a los cátaros y pronto fijaron las fronteras de la moderna nación en la que ahora, en 1954, uno podía ller: "Los cátaros tenían razón". Pero las ironías, al igual que las metáforas, son giros de frase, inversiones, y se podía llegar a pensar que no sólo en lo que se refería a la división formal del universo tenían razón los cátaros. Si ellos fueron capaces de encarnar la antimateria, otros también podían hacerlo.
     El dadá buscaba el átomo social en la destrucción del lenguaje ordinario; Isou encontró sus partículas en la poesía del elemento final, y luego la dejó libre en medio del éter, donde sus cargas se invirtieron, repeliendo viejos significados, atrayendo otros nuevos. La IL hablaba consigo misma. Los cátaros eran profetas de la destrucción del mundo visible; igual que la IL, que a ese mundo lo denominaba espectáculo.


(GREIL MARCUS, Rastros de carmín ,428-429)