7 d’abr. 2014

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CONOCIMIENTO, DROGAS, INSPIRACIÓN

HENRI MICHAUX

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La exploración de la mezcalina, como el incendio o el temblor de tierra, fue devastadora; sólo quedó en pie lo esencial, aquello que, por ser infinitamente débil, es infinitamente fuerte. ¿Cómo se llama esta facultad? ¿Se trata de una facultad, de un poder o, más bien, de la ausencia de poder, del total desamparo del hombre? Me inclino por lo segundo. Ese desamparo es nuestra fuerza. En el momento último, cuando ya nada queda en nosotros -pérdida del yo, pérdida de la identidad- se opera la fusión con algo ajeno y que, sin embargo, es nuestro, lo único en verdad nuestro. El hueco, el agujero que somos se llena hasta rebasar, hasta volverse fuente. En la extrema sequía brota el agua. Quizá hay un punto de unión entre el ser del hombre y el ser del universo. Por lo demás, nada positivo: agujero, abismo, infinito turbulento. Estado de abandono, enajenación -pero no demencia. Los locos están encerrados en su locura, que es, por decirlo así, un error ontológico: tomar la parte por el todo. A igual distancia de cordura y locura, la visión que relata Michaux es total: contemplación de lo demoniaco y lo divino -no hay más remedio que usar estas palabras- como una realidad inseparable, como la realidad última. ¿Del hombre o del universo? No sé. tal vez el universo-hombre. El hombre penetrado, conquistado por el universo.

(OCTAVIO PAZ, Corriente alterna)