8 de juny 2015

El hombrecillo de treblinka y el Maharal de Praga (un fragment)

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Tres etapas esconden la evolución de la misión poética que se confía a Rabí Löw, un león "de corazón" (en consonancia con el hebreo lev), león de Judá, capaz por ende de inocular la nada viviente en el ánimo de un engendro cuya deformidad viene preparándose del fondo de los siglos. En el curso de la acción, la palabra es materialmente cercenada, más que circuncidada; se la fuerza a sufrir una reducción metódica a través de innumerables particiones y cortes, cuya función es la de acrecentar la fuerza germinal y sonora de los pedazos resultantes: en esta operación, la lengua se ve despojada de cualquier tendencia al énfasis que no sea el que surge ante la imposibilidad y en la negación. En esa palabra tan típicamente germánica como es "Gemüt", se pone en relación la celebración de la vida con su verdadero propósito, la aniquilación, una relación con este pequeño ser deforme e infrahumano salido de los campos se establece al revés, a saber, como una aniquilación vivificadora propia de mártires y santos, si es preciso ver en "la nada viviente" (das levendige Nichts) una expresión de la mística judía, familiar al rabino, que el poeta invierte para sacudir los cimientos de toda sublimación religiosa. El Maharal está allí para ayudar al menuda Cohen a que levante sus manos retorcidas y medio calcinadas para que bendiga. ¿A quién? ¿Sólo a los intérpretes "teólogos" que leen su gesto sacrosanto? ¿A Nelly Sachs, cuyos poemas buscan precisamente esta bendición? ¿No había sido consciente ya el poeta en "Quimia" que la ceniza de los campos es el elemento perfecto para los gestos religiosos? ¿Acaso él mismo, el archi-famoso Celan, el poeta del Holocausto, como se lo llama a diestro y siniestro, puede escapar a esta bendición socarrona? La aniquilación se integra en la semántica; en la letra muerta de una contra-lengua, despierta a una vida posterior no ontológica sino autónoma en la lengua. En cuanto al contenido, se trata ante todo de profesiones de fe. En Celan, son el objeto de un tratamiento despiadado que las vuelve añicos; pero los intérpretes han pretendido comprenderlas de manera positiva, como si este proceso crítico no hubiera tenido lugar. El gesto encuentra su sentido en la negatividad. Lo contrahecho dice lo verdadero; no se contenta con oponerse de manera notoria a una celebración ritual y poética, sino que muestra lo que en ésta se oculta y de lo que no cabe disociarla. El "dicho" es tan "salvador" (heilbringend) como la muleta (Krücke) emblemática; la figura deforme muestra la vía, anticipa el fin."
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(JEAN BOLLACK, El hombrecillo de treblinka y el Maharal de Praga (dins Poesía contra poesía))