1 de març 2012

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PHILIPPEAU.-¿Pero tú, qué deseas?
DANTÓN.- Tranquilidad.
PHILIPPEAU.- Ésta está en Dios.
DANTÓN.- En la nada. ¿Puedes contemplar algo más tranquilo que la nada? ¿Y si la máxima tranquilidad es Dios, no es la nada lo mismo que Dios? Pero bueno, yo soy ateo. La maldita frase: ¡algo no puede convertirse en nada!, ¡y yo soy algo, esto es lo lamentable!
La Creación ha cundido tanto; no queda ningún vacío, todo está lleno de hormigueo.
La nada se ha suicidado, la Creación es su herida, nosotros somos sus gotas de sangre, el mundo es la tumba en la que se pudre.
Esto suena extravagante, pero algo de cierto hay en ello.
CAMILO.- El mundo es el judío errante, la nada es la muerte, pero una  muerte imposible. ¡Oh, no poder morir, no poder morir!..., como dice una canción.
DANTÓN.- Todos estamos enterrados vivos y yacemos en ataúdes triples o cuádruples como los reyes, pero bajo el cielo, en nuestras casas, en nuestros trajes y camisas. Durante cincuenta años rascamos las tapas de nuestros ataúdes. ¡Quién pudiera creer en la aniquilación, hubiera encontrado el remedio!
No hay ninguna esperanza en la muerte, sólo es una forma más simple y la vida una forma más complicada, más organizada de putrefacción, ¡toda diferencia es ésta!
Pero justamente estoy acostumbrado a esta forma de podrirme. EL diablo sabrá cómo me las arreglaré con la otra.


(GEORG BÜCHNER, La muerte de Danton