Todo artista trata de desmontar el mecanismo de su técnica para ver cómo está hecha y para servirse de ella, llegado el caso, en frío. Sin embargo, una obra de arte se logra solamente cuando para el artista tiene algo de misterioso. Natural: la historia de un artista es la sucesiva superación de la técnica usada en la obra precedente, mediante una creación que supone una ley estética más compleja. La autocrítica es un medio de superarse a sí mismo. El artista que no analiza y no destruye continuamente su técnica es un pobrecillo.
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Así ocurre en todas las actividades. Es la dialéctica de la vida histórica. Pero tanto en el arte com en la vida, desde qu existe el romanticismo existe en esta dialéctica un peligro siempre vivo: el de proponerse deliberadamente el campo del misterio para garantizarse una creación placentera. En el arte, el ermetismo; en la política, el razasangrismo. Mientras que el misterio que estimula la creación debe nacer de sí mismo, de un obstáculo encontrado impensadamente a lo largo del propio esfuerzo de clarificación. Nada más obsceno que el artista o el político que juega en frío con su irracional misterioso.
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Desmontar el misterio para servirse de él en frío en la obra (sin la angusta creativa) es el esfuerzo de toda la historia del espíritu. En eso estriba la dignidad del Hombre, pero tambien su tentación.
(CESARE PAVESE, El oficio de vivir, 12/12/1939,
-trad. Esther Benítez-)
-trad. Esther Benítez-)
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